sábado, 9 de febrero de 2008

El taxista que me llevó ayer al aeropuerto me dijo que, de haber tenido una pistola, le habría pegado dos tiros a una política que subió a su coche hace unos días. "Eres autónomo; si trabajas doce horas al día es porque quieres", le había dicho ella.
Añadió que cambiaría la democracia que conoce por una dictadura que le asegurara una jornada de ocho horas y un sueldo digno. Los dos eran socialistas.
A contar una historia sobre el desencanto hemos venido a Berlín.

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